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A la hora de comer, no solamente es importante saber qué comer, tener en cuenta la calidad y la cantidad de la comida. La comida incluye muchas otras cosas, como el hecho de sentarse a la mesa, tomarse el tiempo, detenerse a mirar lo que estamos comiendo, a saborearlo, a ser conscientes, en el momento, de lo que estamos dándole a nuestro organismo. En Colombia hoy en día hay cada vez más información y más programas guiados que nos ayudan para que aprendamos a comer. Recomiendo este artículo sobre el tema: sencillo, fácil de leer, con información útil que podemos poner en práctica, poco a poco, en nuestra alimentación cotidiana.

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time.com/

Una forma divertida y sencilla de empezar a poner en práctica acciones y pensamientos cotidianos que nos ayuden a ser más felices.

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Arianna Huffington sobre el vínculo entre liderazgo y bienestar

“Lo que estamos perdiendo es la capacidad de desconectarnos de la tecnología y reconectarnos con nosotros”.
Dice Ariana Huffington, reconocida hoy en día no solamente por ser una de las mujeres más poderosas según la revista Forbes en el año 2013, también por haber tenido un problema de salud severo a causa del exceso de trabajo y el poco cuidado que se daba a si misma.

Sanz de Santamaría: “Es urgente ayudar a las personas a que cambien la percepción de las cosas, a que sientan de manera distinta”

Bogotana y egresada de la prestigiosa Universidad de los Andes, Ximena Sanz de Santamaría es una de las voces más autorizadas de la Terapia Breve Estratégica, un modelo de intervención psicológica que nació en los años ´70 como una gradual evolución del modelo Familiar Sistémico. Estudió en Italia, donde aprendió una forma diferente de intervención psicológica, basada en la perspectiva del que cambia para conocer y no, como hace el modelo tradicional universitario, desde el se conoce y después se cambia: “Se conoce un problema a través de su solución, que es muy distinto a primero aprender todo en teoría y después aplicarlo, y si los hechos no concuerdan con la teoría, de malas para los hechos”, afirma esta psicóloga-psicoterapeuta estratégica. Discípula de Giorgio Nardone, sostiene que cada persona es un Sistema Perceptivo Reactivo (Nardone, 1993), es decir, que todos tenemos modalidades redundantes de percepción y reacción en nuestra relación con la realidad, entendida como la relación de cada persona consigo misma, con los demás y con el mundo. Parte del supuesto que los seres humanos somos sistemas en constante interrelación tanto con nosotros mismos, como con otros sistemas.

PREGUNTA.- La psicología, ¿sirve para algo?

RESPUESTA.- Desde el enfoque de la Terapia Breve Estratégica, la psicología sirve para ayudar a las personas a encontrar y redescubrir los recursos que tienen para solucionar sus problemas pero que han refundido como consecuencia del problema que presenta la persona.

P.- La gente acude a los psicólogos pero a la vez una gran mayoría no confía en ellos. ¿Cómo explica esta contradicción?

R.- Los seres humanos vivimos en constantes contradicciones, y esta no es la excepción. Las personas buscan ayuda psicológica y lo primero que se necesita para que un consultante se sienta a gusto, confiado y seguro con un terapeuta, es que entre consultante y terapeuta se establezca empatía. Y eso está, en gran parte, en manos del terapeuta, quien con su estilo, con la manera como le hable al consultante, con el diálogo que establezca, puede construirla desde la primera sesión o no. Si esto no se establece, es probable que el consultante decida, desde la primera cita, no volver porque no se sienta confiado. El segundo escenario que puede llevar a que una persona no confíe en un psicólogo es que éste comparta información de la consulta con otros miembros de la familia. Ocurre sobre todo en el caso de adolescentes y sus padres o incluso de jóvenes, que al darse cuenta que sus padres saben información sobre ellos que no querían que se compartiera, pierden la confianza en el terapeuta y no vuelven. Finalmente ocurre con mucha frecuencia que las personas llegan donde el psicólogo para que éste les solucione todos sus problemas sin que ellos como consultantes tengan que hacer nada diferente. Y el cambio no ocurre por arte de magia porque la magia es el resultado del trabajo. Y eso sólo lo puede hacer el consultante.

P.- Es decir, buscan un cambio pero sin cambiar…

R.- Exacto. Y eso no es posible. Como consecuencia, cuando se dan cuenta que gran parte del cambio depende de su trabajo, prefieren renunciar a hacerlo que enfrentarlo y hacer el cambio. Y esto va muy de la mano con la ‘cultura del ya’, de lo inmediato en la que nos movemos hoy en día. Y los procesos, por cortos que sean, son procesos y toman tiempo.

P.- ¿Por qué la gente no es feliz?

R.- Porque las personas buscan la felicidad como algo externo que no depende de las ellas sino del mundo exterior (trabajo, amigos, pareja, dinero, etc.). Además, existe la creencia de que la felicidad es un estado al que se va a llegar como quien llega a una meta y no tiene que volverse a mover de ahí. Un estado en el que nunca se va a volver a sentir tristeza, rabia, dolor, angustia, preocupación, etc. Y la felicidad no es no volver a sentirse mal, sino saber cómo manejar las situaciones y sensaciones difíciles para conquistar la tranquilidad y el bienestar.

P.- Así es, así la gente se imagina la felicidad…

R.- Pero es una felicidad imposible, no existe. La única constante en la vida es el cambio, como bien lo dijo Buda. Y en los cambios está que oscilemos entre momentos de tranquilidad y alegría y momentos de tristeza y angustia porque además son justamente estos últimos los que nos ayudan a conquistar la libertad de no depender de cosas externas para sentirnos bien y estar felices. Si la felicidad se viviera como la alegría y la tranquilidad que se sienten tantas veces y durante tantos momentos de la vida, las personas serían felices todos los días y muchas veces porque estarían dejando de buscarla como algo externo y la disfrutarían en cada instante que nos sentimos alegres, contentos, tranquilos, etc.

P.- ¿Cuál es el secreto de la felicidad?

R.- Vivir el presente, tomar conciencia de los momentos que vivimos. Dejar de PRE-ocuparse por el futuro y de lamentarse por el pasado. La felicidad se vive en muchísimos momentos, se vive todos los días, pero las personas no se dan cuenta por estarla buscando, por pensar que la felicidad va a llegar algún día. Y la felicidad se vive en las cosas más sencillas y cotidianas de la vida, como puede ser estar en buena compañía, disfrutar de un momento de soledad, estar tranquilo un domingo en la casa, gozarse un programa de televisión, recibir una buena noticia, leerse un buen libro, disfrutar de una buena comida, entre muchas otras cosas. La felicidad está al alcance de todos y no necesita de nada externo, simplemente de la conciencia y la actitud.

P.- La felicidad es incompatible con sentirse culpable. ¿Qué tengo hacer cuando la culpa invade a las peronas?

R.- Empezar por cambiar la palabra culpable por la palabra responsable. Este es un primer paso, quizá el más importante. El lenguaje construye la realidad que vivimos. Por eso recomiendo mucho decir que somos responsables de lo que nos ha pasado, en vez de decir que somos culpables, así abrimos la posibilidad de resarcir lo que no nos ha gustado para poderlo cambiar. La culpa condena mientras que la responsabilidad abre posibilidades de hacer las cosas diferentes, de cambiar. Por ende empezar a cambiar el uso del lenguaje es un primer paso. Si la culpa persiste, dependiendo del caso, es posible que sea útil buscar una ayuda para trabajarla y poderla dejar atrás.

P.- La gente quiere ser feliz pero no quiere cambiar. ¿Cómo explica la resistencia al cambio?

R.- Es una natural resistencia que tenemos todos los seres humanos, una de las mayores paradojas en la que vivimos: tenemos que cambiar para poder adaptarnos y sobrevivir, pero al mismo tiempo tenemos una natural resistencia al cambio porque lo nuevo y lo desconocido genera miedo, y porque admitir el cambio es admitir que quizá nos hemos equivocado. No en vano dicen que es mejor bueno por conocido que malo por conocer. Por eso el cambio tiene que pasar desapercibido, las personas tienen que sentirlo antes de darse cuenta cognitivamente de que están cambiando. Es así como se vence esa natural resistencia al cambio.

P.- ¿Cuál es la patología de la cabeza más común hoy en Colombia?

R.- Por lo que he visto en mi trabajo, hoy en día se presenta mucho lo que podríamos llamar una paranoia: la creencia de que los demás, o algunas personas o una específica, tienen algo en contra nuestra. En un mundo tan perfeccionista como el actual, en el que todos tenemos que ser los mejores en todo, es difícil reconocernos y aceptarnos ante nosotros mismos y ante los demás, que somos vulnerables, que tenemos debilidades, inseguridades, miedos, angustias, etc. Como consecuencia, todos estamos constantemente intentando ocultar esas debilidades, tratando de mostrarnos como las personas perfectas que no somos, y eso conlleva a que estemos más atentos a lo que los demás piensan de nosotros y a que no se den cuenta que no somos perfectos.

P.- ¿Me puede contar un caso de éxito en su quehacer profesional?

R.- Recuerdo el caso de un adulto joven que llegó al consultorio con lo que él mismo definía como un cuadro de ansiedad severo. Desde hacía muchos años presentaba momentos de ansiedad muy fuertes los cuales buscaba atenuar a través de la comida y del alcohol. Como consecuencia, había ganado mucho peso, no había vuelto a hacer deporte y después de las borracheras que se metía, se sentía culpable por haber tomado en exceso y porque la mayoría de las veces, no recordaba lo que había hecho. Y así llevaba muchos años, tratando de manejar la ansiedad sin haberlo logrado. Lo que se fue poniendo en evidencia a lo largo del proceso fue que su ansiedad provenía de sus constantes pensamientos respecto al pasado, a lo que había o no había hecho antes, y cómo eso era una condena para su presente y sobre todo, para su futuro. Como consecuencia de eso, se había empezado a alejar de sus amigos porque temía que lo juzgaran por su pasado, pero se sentía culpable de quedarles mal, de no verlos, siendo ese otro pensamiento que era fuente de angustia y ansiedad. Y así sucesivamente se fue convirtiendo en una persona aislada, que se refugiaba en la comida ganando peso en términos físicos, pero además, alimentando sus paranoias respecto a cómo por su pasado, estaba condenado en su futuro…

P.- …¿Quién no siente ansiedad viviendo así?

R.- El trabajo que él tuvo que hacer fue un trabajo exigente porque fue básicamente aprender a cabalgar el tigre con el que vivimos todos los seres humanos: la mente. Empezó por trabajar su pasado para poderlo archivar y aceptar lo que había hecho, sin condenarse ni sentirse culpable por ello. De esa forma, pudo empezar a concebir su presente sin estar atado a su pasado con lo cual pudo retomar las relaciones con sus amigos sin el miedo a ser juzgado porque él ya estaba tranquilo consigo mismo. Eso le permitió salir de nuevo y hacerlo sin necesidad del alcohol para tratar de acallar la mente o para tratar de ahogar sus penas, porque como bien me dijo una amiga una vez, las penas nadan. Laboralmente también cambiaron sus relaciones y su desempeño, porque ya no se pasaba el día preguntándose y castigándose por lo que había hecho, sino que pudo empezar a vivir su presente, a hacer su trabajo y a ver, con base en lo que hacía en la práctica, si eso era lo que realmente le gustaba o no.  Fue así como después de diez sesiones, él logró aprender a cabalgar su mente para no ser víctima de ella, sino para aprender a manejarla.

P.- ¿Utilizó alguna metodología innovadora para ayudar a esa persona?

R.- Si

P.- ¿Cuál?

R.- La Terapia Breve Estratégica

P.- ¿En qué consiste?

R.- Giorgio Nardone, uno de mis maestros, la explica así:

P.- Ya Alex Huxley dijo que la realidad no es lo que nos ocurre, sino lo que hacemos con lo que nos ocurre…

R.- …Así es. De hecho, para la Terapia Breve Estratégica, la objetividad no existe, cosa que ya planteaba Heinsenberg con el principio de indeterminación, según el cual cuando el experimentador lleva a cabo su experimento, lo influencia tanto a través de sus instrumentos, como de sus teorías. Lo mismo ocurre con las experiencias cotidianas de la vida: todos los seres humanos viven experiencias agradables y experiencias duras. Sin embargo, la manera como cada persona enfrenta y asume la experiencia vivida es lo que conlleva a que de una experiencia dura y difícil se pueda devengar un enorme aprendizaje para además construir una mayor fortaleza interior, o que esa misma experiencia se convierta en un infierno del que la persona no pueda salir.

P.- ¿Lo mismo ocurre con las experiencias positivas y agradables?

R.- Sí.  Hay personas que las viven como cosas maravillosas, que las disfrutan al máximo, que les sacan el mayor provecho. Mientras que otras se limitan a vivirlas como una experiencia más de la vida por lo cual deja de ser un motivo de alegría y agradecimiento y se vuelve simplemente una experiencia insignificante. Por eso hay gente que disfruta cada detalle de la vida, mientras que hay otra a la que la vida le pasa por junto sin mayores emociones. Las vivencias, las experiencias, pueden ser las mismas, pero la manera como cada persona las vive, hace que se vivan de diferentes maneras. Este es uno de los preceptos sobre los cuales se estructura la intervención desde la Terapia Breve Estratégica. Por consiguiente, cuando una persona llega con un problema o con una patología, más que buscar las causas y preguntarse ‘por qué’ se da el problema, la pregunta es ‘cómo’ se ha construido el problema. La pregunta por qué corresponde a una explicación causal, es decir, dada una cierta causa que ocurrió en el pasado, sin importar lo remoto que sea, se da una consecuencia (Muriana, Pettenó y Verbitz, 2007).

P.- Es necesario entonces encontrar la causa para explicar la consecuencia…

R.- Sin duda. La pregunta del ‘cómo’ prescinde de una hipótesis causal y se detiene a considerar cómo se formó y cómo se mantiene el problema ‘aquí y ahora’. En otras palabras, todo lo que el paciente y/o el sistema en torno a él hacen –o dejan de hacer- para intentar resolverlo, porque paradójicamente son esos intentos fallidos los que conllevan a que el problema exista, se mantenga y empeore. El comportamiento disfuncional es la reacción que la persona cree mejor para una situación determinada; así, el problema existe precisamente en virtud de lo que se ha hecho para intentar resolverlo (Nardone & Salvini, 2004). Es así como un terapeuta estratégico lo que hace, desde la primera sesión, es indagar por esas soluciones intentadas fallidas para sustituirlas por soluciones funcionales (Nardone & Salvini, 2004) y así, generar el cambio.

P.- Dicho de esta manera, pareciera un proceso muy sencillo y fácil de hacer. Pero en la práctica, lo primero que se pone en evidencia cuando se va a hacer un cambio, así sea un cambio que la persona quiere hacer, es su natural resistencia al cambio. Como consecuencia, lo primero que se debe trabajar es en saber cómo manejar esa resistencia al cambio para que empiece a usarse a favor del mismo, y no en contra.

R.- Exacto. Para eso, Giorgio Nardone creó una herramienta de intervención cuyo fin es aprender a manejar esa natural resistencia al cambio: el diálogo estratégico.

P.- ¿En qué consiste?

R.- Es una estrategia de intervención que consiste en hacer preguntas que generen respuestas, teniendo en cuenta que Kant decía que los problemas derivan de las preguntas que nos hacemos, no de las respuestas que nos damos (Nardone & Salvini, 2004). El arte de hacer preguntas que generen respuestas se conoce desde Protágoras, que fue el primero que sistematizó dicha técnica y la denominó “arte erística”. Significaba un proceso de preguntas que guiaban al interlocutor a responder cayendo en contradicción con sus propias afirmaciones precedentes, llevándolo así a cambiarlas por su propio descubrimiento (Nardone & Salvini, 2004).

P.- ¿Qué función tienen las preguntas en una terapia?

R.- En vez de limitarse a guiar al terapeuta a la compresión del problema que se quiere resolver, las preguntas se han convertido en el vehículo para inducir al paciente a sentir las cosas de otra manera. Como consecuencia, se lleva a que éste último a que reaccione de otra manera redescubriendo así sus recursos, que estaban bloqueados como consecuencia de las percepciones precedentes, rígidas y patógenas. Además, las preguntas se han modificado: ya no son abiertas, del tipo: “Cuando usted tiene un ataque de pánico, ¿qué siente?” sino que se han reemplazado por preguntas cerradas con ilusión de alternativas, tipo: “Cuando usted tiene un ataque de pánico, ¿siente miedo a morir o miedo a perder el control?” De esta manera, la persona se ve obligada –sin sentirse obligada- a responder con una de las dos respuestas planificadas (Nardone & Salvini, 2004). Cada sesión es como una partida de ajedrez entre el terapeuta y el paciente un continuo de movimientos que tienden a producir efectos específicos. Después de cada cambio o resultado obtenido, se procede a una redefinición del cambio mismo y de la situación en evolución. Por eso es un diálogo, porque a través de las preguntas ‘embudo’, el terapeuta va llevando al consultante a descubrir de qué manera él mismo es el artífice de su destino, evidenciando cómo él mismo está alimentando su problema con soluciones intentadas disfuncionales basadas sobre percepciones erróneas.

P.- Los seres humanos tienen la ilusión de pensar que si se entiende una cosa, se puede cambiar, ilusión que es diariamente desvirtuada porque saber, no es lo mismo que hacer…

R.- Desde la óptica estratégica, la terapia debe hacer sentir en manera diferente al consultante en vez de hacerlo entender. Es lo más importante y a veces también lo más urgente. Cambiar su percepción, no su cognición, porque si yo cambio la percepción, cambio la reacción comportamental y como efecto final, cambio la comprensión. Solamente cuando sentimos distinto, podemos creer que las cosas pueden cambiar. Pero lo primero que tenemos que cambiar es la sensación, porque si alertamos –cognitivamente- a un sistema sobre el cambio, el sistema se resiste. Y es así como se aumenta la resistencia al cambio. En otras palabras, la intervención estratégica trabaja cada sesión utilizando un lenguaje persuasivo (como aforismos y metáforas), además de prescripciones o tareas específicas de comportamiento entre una sesión y otra. Todo esto con el fin de cambiar las soluciones intentadas disfuncionales por soluciones intentadas funcionales, para así generar un cambio sabiendo manejar la natural resistencia al mismo.

@pabloalamo

Publicado en

http://blogs.eltiempo.com/apocalipsis/2014/03/09/saenz-de-santamaria-es-urgente-ayudar-a-la-personas-a-que-cambien-la-percepcion-de-las-cosas-a-que-sientan-de-manera-distinta/

El creador del Transtorno por Déficit de Atención confiesa que lo creó para vender pastillas

Nota de Ximena: Es importante no tragar entero. Muchas veces los diagnósticos y las enfermedades mentales son creaciones y construcciones de las casas farmacéuticas para vender más medicamentos. Si quieren profundizar en el tema, les recomiendo el libro “Saving Normal” de Frances Allen. Es una maravillosa investigación y una crítica fascinante a lo que es el mundo de la psiquiatría y de las farmacéuticas.


Leon Eisenberg, el famoso psiquiatra estadounidense que descubrió el llamado trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), aseguró siete meses antes de fallecer en 2009 que es «una enfermedad ficticia«, según el semanario alemán Der Spiegel, que ha recogido esta frase del prestigioso facultativo.

Desde los años 30 la medicina intenta explicar este transtorno. En aquella época los médicos diagnosticaban a los niños nerviosos síndrome posencefálico, aunque no hubieran tenido encefalitis.

Eisenberg, en los 60, retomó la investigación sobre este trastorno. Su mayor logro fue conseguir que se extendiera la idea de que el TDAH tiene causas genéticas. Ello lleva a que desaparezca el sentimiento de culpa de los padres al pensar que los niños nacen de ese determinado modo, lo que provoca que sea menos cuestionable el tratamiento con medicamentos.

En febrero de 2009 confesó que los psiquiatras deberían buscar las razones psicosociales que llevan a determinadas conductas, un proceso mucho más largo que «prescribir una pastilla contra el TDAH», aseguró Eisenberg.

Fuente:http://www.dezpierta.es/?p=4078

Ver artículo en la Revista Semana

Por muchos años se ha pensado que la felicidad no se puede enseñar, que es algo etéreo y por lo mismo, sin sustento. Este artículo hace una interesante recopilación de lo que ha sido el estudio de la felicidad. Vale la pena leerlo!

 

 

Las claves de la felicidad según Harvard

Estas son nueve lecciones que aprenden los estudiantes de la prestigiosa universidad en una cátedra dedicada a hacerlos más felices.

Por mucho tiempo se creyó que la felicidad no se podía enseñar como las matemáticas o la geografía. Sin embargo, desde cuando Martin Zeligman creó la psicología positiva, esa idea cambió. A partir de sus muchas investigaciones se sabe que el 50 por ciento de la felicidad depende de factores como creencias y hábitos que son modificables y por lo tanto se pueden enseñar. “El resto es genética”, dice Andrés Aljure, coach y profesor de la cátedra de felicidad y bienestar de la Universidad de La Sabana.

En efecto, aprender a ser feliz es posible y por eso muchas universidades en el mundo se han dado a la tarea de incluirla como una cátedra. En Harvard, donde existe desde 2006, es la más apetecida por los estudiantes, al punto de que desbancó a Introducción a la Economía, que por años había sido la clase más popular.

Enseñarla es importante, según este coach, porque la expectativa de vida en el mundo está aumentando y la gente debe vivir esos años extra con bienestar. Se sabe, por ejemplo, que la gente feliz vive 15 años más y con más salud que los pesimistas. Además, ser feliz es una manera de prevenir enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad, que amenazan con ser los principales motivos de discapacidad en países desarrollados a partir de 2020. También se ha visto que los empleados felices son más productivos. Por eso, dice Aljure, “no es una moda sino un tema de agenda de la sociedad”. Y si no se enseña en colegios y universidades, como indica Anthony Seldon, director del internado Wellington College, en Gran Bretaña, “es posible que las nuevas generaciones no lo aprendan en ninguna otra parte”.

Aunque lo parecen, los cursos de felicidad no son un paseo. En el de Harvard hay 22 clases magistrales de 75 minutos cada una dictadas por Tal Ben-Shahar, uno de los gurúes del tema en el mundo. El objetivo es enseñar a tener una vida productiva y satisfactoria, y para lograrlo Ben Shahar acude no solo a su propia experiencia, sino a la evidencia científica más reciente, que es el material de estudio más importante de la clase. La idea no es salir con una sonrisa de oreja a oreja, sino “aprender a tomar lo bueno y lo malo y aprovechar al máximo lo que brinda la vida”, señala una de las alumnas de Ben-Shahar.

Curiosamente, dentro de las diez lecciones principales el dinero no aparece por ningún lado y la razón es sencilla. Según Aljure, después de que el ser humano logra satisfacer sus necesidades básicas la plata deja de ser tan importante, y si bien crea satisfacciones en quienes la reciben resultan pasajeras. “El placer de comprar un carro o cualquier otra cosa se desgasta al mes de haberlo hecho”, dice. Aunque no está mal ambicionarlo, el dinero solo no hace totalmente feliz a nadie. Por el contrario, los siguientes comportamientos y formas de pensar representan cambios estructurales que generarán bienestar permanentemente.

1. La felicidad está en la mente: el nivel de bienestar está determinado por la interpretación que cada cual hace de los eventos externos. Si se ven catastróficos o provechosos depende de dónde se ponga el foco de atención. Según Aljure, “el 10 por ciento es lo que nos pasa en la vida y el 90 por ciento es lo que hacemos con lo que nos pasa”. Las personas deben saber que no tienen control sobre todo lo que les sucede, por ejemplo, la muerte de un ser querido, un despido en el trabajo, pero sí tiene alternativas para ver cómo los afrontan. Saber que se tiene ese control es clave en la adversidad.

2. Agradezca:
 el ser humano se adapta a todo, tanto a situaciones negativas como positivas. A eso se le llama adaptación hedonista. El agradecimiento es beneficioso porque significa reconocer las cosas que la gente da por sentadas y creer que siempre estarán allí. Según el psicoanalista Ariel Alarcón, los estudios comprueban que dar gracias explícitamente a las personas genera altos niveles de bienestar porque “en ese acto uno crea empatía con la bondad del otro y eso nos hace sentir buenos a su vez”. Zeligman también recomienda escoger cada noche el hecho más agradable del día.

3. Haga ejercicio:
 se ha podido establecer que 20 minutos de ejercicio al día equivalen a una dosis de Prozac o cualquier otro antidepresivo. Esto sucede porque durante la actividad física el cerebro secreta un tipo de hormonas, las endorfinas, opiáceos naturales que proporcionan una sensación de calma y placer. El ejercicio no tiene que ser intenso ni en un gimnasio. Basta una caminata a ritmo acelerado durante  20 o 30 minutos.

4. Cultive sus amigos:
 los estudios señalan que con solo mantener cinco relaciones de amistad durante toda la vida las personas tienen el 60 por ciento mayor posibilidad de sentirse mejor. “Los amigos ayudan a que los individuos se desahoguen y al hacerlo se producen varias cosas: se reducen las emociones negativas, el cerebro se estructura mejor porque entiende con más claridad la situación y, además, brindan consejo y apoyo”, dice Aljure. Así mismo, al compartir las desgracias es posible descubrir que sus problemas no son únicos y mirar diferentes formas de afrontarlos.

5. El sentido de propósito: la evidencia científica muestra que tener una meta, un proyecto, un sueño que le dé sentido a la vida redunda en bienestar porque funciona como un motor interno que  sirve para sobrellevar los obstáculos. Estudios recientes han mostrado que las personas felices que no tienen un claro sentido de propósito cuentan con las mismas probabilidades de padecer problemas de salud que aquellos que enfrentan una adversidad crónica.

6. Simplifique: hay que hacer la vida sencilla. Los expertos aconsejan no agendar más actividades de las que puede hacer, ni vivir muy lejos del trabajo, ni quedarse rumiando los problemas. La premisa es que la cantidad impacta la calidad. Tal Ben-Shahar recomienda la simplicidad en el trabajo y en la casa, y para eso hay que tener claras las prioridades.

7. Medite:
 esta practica milenaria reduce el estrés negativo, relaja, genera paz interior y da energía al cuerpo y a la mente para capotear las situaciones diarias. Está demostrado que, a largo plazo, la gente que medita puede soportar mejor los obstáculos porque, lo dice Laura Álvarez, directora de Happy Yoga, “al concentrarse la mente desvela el ruido que genera la vida amarga y ver el ruido es el primer paso para aquietarlo y cuando la meditación se hace de forma regular, el ruido se transforma en un espacio de silencio o paz”.

8. Permítase ser humano:
 todas las emociones humanas, tanto las llamadas positivas como las negativas, entre las que están la ira y la tristeza, tienen un propósito. Por eso, es bueno sentirlas. También es importante ser compasivo consigo mismo, aceptar las debilidades y las fortalezas y no juzgarse más de la cuenta cuando hay fracasos. Errar no es malo si se ve como una oportunidad para aprender. “Las personas más infelices son las que pretenden que todo les salga perfecto”, señala Aljure.

9. Vuélvase un caucho:
 la resiliencia se asocia a la habilidad que tiene un caucho de volver a su estado normal. En el caso de los humanos significa tener la elasticidad suficiente para ser impactado por un trauma, pero al mismo tiempo poder recuperarse. Esta palabra también se relaciona con crecimiento postraumático, lo que implica seguir caminando pero fortalecido después de una situación dificil o una pérdida. Para poder lograrlo es importante saber que se tiene control y que el fracaso también es oportunidad. Como dice Tal Ben-Shahar en sus clases, “no hay que decir ‘esto me pasó por mi bien’, sino ‘qué bien puedo sacar de esto que me pasó’”.

 

Ver artículo en la Revista Semana

Colombia

ARMENIA, Colombia — IN a one-room rural schoolhouse an hour’s drive from this city in a coffee-growing region of Colombia, 30 youngsters ages 5 to 13 are engrossed in study. In most schools, students sit in rows facing the teacher, who does most of the talking. But these students are grouped at tables, each corresponding to a grade level. The hum of conversation fills the room. After tackling an assignment on their own, the students review one another’s work. If a child is struggling, the others pitch in to help.

During my visit to one of these schools, second graders were writing short stories, and fifth graders were testing whether the color of light affects its brightness when seen through water. The teacher moved among the groups, leaning over shoulders, reading and commenting on their work. In one corner of the classroom were items, brought to school by the kids, that will be incorporated in their lessons. The students have planted a sizable garden, and the vegetables and fruits they raise are used as staples at mealtime, often prepared according to their parents’ recipes.

During the past four decades, this school — and thousands like it — have adopted what’s called the Escuela Nueva (New School) model.

A 1992 World Bank evaluation of Colombia’s schools concluded that poor youngsters educated this way — learning by doing, rather than being endlessly drilled for national exams — generally outperformed their better-off peers in traditional schools. A 2000 Unesco study found that, next to Cuba, Colombia did the best job in Latin America of educating children in rural areas, where most of the schools operate with this model. It was also the only country in which rural schools generally outperformed urban schools. Poor children in developing nations often drop out after a year or two because their families don’t see the relevance of the education they’re getting. These youngsters are more likely to stay in school than their counterparts in conventional schools.

Escuela Nueva is almost unknown in the United States, even though it has won numerous international awards — the hyper-energetic Vicky Colbert, who founded the program in 1975 and still runs it, received the first Clinton Global Citizenship prize. That should change, for this is how children — not just poor children — ought to be educated.

It’s boilerplate economics that universal education is the path to prosperity for developing nations; the Nobel-winning economist Joseph E. Stiglitz calls it “the global public good.” But while the number of primary school-age children not in class worldwide fell to 57.2 million in 2012 from 99.8 million in 2000, the quality of their education is another matter. Escuela Nueva offers a widely adaptable model, as Unesco has described it.

“Unesco reported the successful diffusion of Escuela Nueva in 20,000 Colombian schools with poorly trained teachers,” Ernesto Schiefelbein, rector of the Autonomous University of Chile, who has evaluated the program, told me. “As far as I know, there is no other example of massive educational improvement in a democratic developing country.”

Another Nobel-winning economist, Amartya Sen, posits that political repression impedes economic growth — that prosperity requires that social and economic well-being be tethered to democratic values. Escuela Nueva turns the schoolhouse into a laboratory for democracy. Rather than being run as a mini-dictatorship, with the principal as its unquestioned leader, the school operates as a self-governing community, where teachers, parents and students have a real say in how it is run. When teachers unfamiliar with this approach are assigned to these schools, it’s often the students themselves who teach them how to apply the method. “In these schools, citizenship isn’t abstract theory,” Ms. Colbert told me. “It’s daily practice.”

In the schools, students elected by their peers shoulder a host of responsibilities. In a school I visited in a poor neighborhood here in the city of Armenia, the student council meticulously planned a day set aside to promote peace; operated a radio station; and turned an empty classroom into a quiet space for reading and recharging. I was there last Halloween, when students put on a costume contest for their pets.

PARENTS become involved in the day-to-day life of these schools, and the educational philosophy influences their out-of-school lives. Research shows that the parents of Escuela Nueva students are less prone to use corporal punishment; more likely to let their youngsters spend time at play or on homework, rather than making them work when they’re not in school; and more likely, along with their children, to become engaged in their communities.

Decades ago, John Dewey, America’s foremost education philosopher, asserted that students learned best through experience and that democracy “cannot go forward unless the intelligence of the mass of people is educated to understand the social realities of their own time.” Escuela Nueva puts that belief into practice. I’ve witnessed the demise of many ballyhooed attempts to reform education on a mass scale. But I’ve tabled my jaded skepticism after visiting Escuela Nueva schools, reviewing the research and marveling at the sheer number of youngsters who, over 40 years, have been educated this way.

I’m convinced that the model can have a global impact on the lives of tens of millions of children — not just in the developing world but in the United States as well.

There’s solid evidence that American students do well when they are encouraged to think for themselves and expected to collaborate with one another. In a report last year, the American Institutes for Research concluded that students who attended so-called deeper learning high schools — which emphasize understanding, not just memorizing, academic content; applying that understanding to novel problems and situations; and developing interpersonal skills and self-control — recorded higher test scores, were more likely to enroll in college and were more adept at collaboration than their peers in conventional schools.

But these schools are far from the mainstream. “It’s really different and quite impressive,” David K. Cohen, an education professor at the University of Michigan, told me. “I know of no similar system in the U.S.”

Rachel Lotan, a professor emeritus at Stanford, added, “Doing well on the high-stakes test scores is what drives the public schools, and administrators fear that giving students more control of their own education will bring down those scores.” Officials, and those who set the policies they follow, would do well to visit Colombia, where Escuela Nueva has much to teach us about how best to educate our children.

23Ver artículo original en:

http://www.nytimes.com/2015/03/01/opinion/sunday/make-school-a-democracy.html?smprod=nytcore-iphone&smid=nytcore-iphone-share&_r=0

http://www.elpradopsicologos.es/blog/resiliencia-resilientes/

A veces la vida nos pone a prueba, nos plantea situaciones que superan nuestras capacidades: una enfermedad, una ruptura de pareja particularmente dolorosa, la muerte de un ser querido, el fracaso de un sueño largamente anhelado, problemas económicos… Existen diferentes circunstancias que nos pueden llevar al límite y hacer que nos cuestionemos si tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para continuar adelante. En este punto tenemos dos opciones: dejarnos vencer y sentir que hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos, apostar por la resiliencia.

Resiliencia: definición y significado

La resiliencia es una capacidad que nos permite enfrentar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas y salir fortalecidos de ellas. La resiliencia implica reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial.

Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles. Y no se trata de una simple disquisición terminológica, sino de una manera diferente y más optimista de ver el mundo ya que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma. De hecho, estas personas a menudo sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos cómo es posible que, después de todo lo que han pasado, puedan enfrentar la vida con una sonrisa en los labios.

 

 

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La dinámica del cambio y el miedo – The Dynamics of Change and Fear

Carly Fiorina     |   Former CEO, HP

Fiorina habla de la dinámica del cambio y el miedo. Ella señala que el espíritu empresarial es sobre la toma de riesgos, y esto siempre se asocia a probar algo nuevo. Fiorina concluye afirmando que el cambio consiste en la recopilación de suficiente energía y fuerza para vencer el poder del status quo.

 

Tomado de: http://ecorner.stanford.edu/authorMaterialInfo.html?mid=1717

“Convertimos problemas cotidianos en trastornos mentales”

Allen Frances (Nueva York, 1942) dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM), en el que se definen y describen las diferentes patologías mentales. Este manual, considerado la biblia de los psiquiatras, es revisado periódicamente para adaptarlo a los avances del conocimiento científico. El doctor Frances dirigió el equipo que redactó el DSM IV, a la que siguió una quinta revisión que amplió considerablemente el número de entidades patológicas. En su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel, 2014) hace autocrítica y cuestiona que el considerado como principal referente académico de la psiquiatría colabore en la creciente medicalización de la vida.

Pregunta. En el libro entona un mea culpa, pero aún es más duro con el trabajo de sus colegas en el DSM V. ¿Por qué?

Respuesta. Nosotros fuimos muy conservadores y solo introdujimos dos de los 94 nuevos trastornos mentales que se habían sugerido. Al acabar, nos felicitamos, convencidos de que habíamos hecho un buen trabajo. Pero el DSM IV resultó ser un dique demasiado endeble para frenar el empuje agresivo y diabólicamente astuto de las empresas farmacéuticas para introducir nuevas entidades patológicas. No supimos anticiparnos al poder de las farmacéuticas para hacer creer a médicos, padres y pacientes que el trastorno psiquiátrico es algo muy común y de fácil solución. El resultado ha sido una inflación diagnóstica que produce mucho daño, especialmente en psiquiatría infantil. Ahora, la ampliación de síndromes y patologías en el DSM V va a convertir la actual inflación diagnóstica en hiperinflación.

P. ¿Todos vamos a ser considerados enfermos mentales?

R. Algo así. Hace seis años coincidí con amigos y colegas que habían participado en la última revisión y les vi tan entusiasmados que no pude por menos que recurrir a la ironía: habéis ampliado tanto la lista de patologías, les dije, que yo mismo me reconozco en muchos de esos trastornos. Con frecuencia me olvido de las cosas, de modo que seguramente tengo una predemencia; de cuando en cuando como mucho, así que probablemente tengo el síndrome del comedor compulsivo, y puesto que al morir mi mujer, la tristeza me duró más de una semana y aún me duele, debo haber caído en una depresión. Es absurdo. Hemos creado un sistema diagnóstico que convierte problemas cotidianos y normales de la vida en trastornos mentales.

P. Con la colaboración de la industria farmacéutica…

R. Por supuesto. Gracias a que se les permitió hacer publicidad de sus productos, las farmacéuticas están engañando al público haciendo creer que los problemas se resuelven con píldoras. Pero no es así. Los fármacos son necesarios y muy útiles en trastornos mentales severos y persistentes, que provocan una gran discapacidad. Pero no ayudan en los problemas cotidianos, más bien al contrario: el exceso de medicación causa más daños que beneficios. No existe el tratamiento mágico contra el malestar.

P. ¿Qué propone para frenar esta tendencia?

R. Controlar mejor a la industria y educar de nuevo a los médicos y a la sociedad, que acepta de forma muy acrítica las facilidades que se le ofrecen para medicarse, lo que está provocando además la aparición de un mercado clandestino de fármacos psiquiátricos muy peligroso. En mi país, el 30% de los estudiantes universitarios y el 10% de los de secundaria compran fármacos en el mercado ilegal. Hay un tipo de narcóticos que crean mucha adicción y pueden dar lugar a casos de sobredosis y muerte. En estos momentos hay ya más muertes por abuso de medicamentos que por consumo de drogas.

P. En 2009, un estudio realizado en Holanda encontró que el 34% de los niños de entre 5 y 15 años eran tratados de hiperactividad y déficit de atención. ¿Es creíble que uno de cada tres niños sea hiperactivo?

R. Claro que no. La incidencia real está en torno al 2%-3% de la población infantil y sin embargo, en EE UU están diagnosticados como tal el 11% de los niños y en el caso de los adolescentes varones, el 20%, y la mitad son tratados con fármacos. Otro dato sorprendente: entre los niños en tratamiento, hay más de 10.000 que tienen ¡menos de tres años! Eso es algo salvaje, despiadado. Los mejores expertos, aquellos que honestamente han ayudado a definir la patología, están horrorizados. Se ha perdido el control.

P. ¿Y hay tanto síndrome de Asperger como indican las estadísticas sobre tratamientos psiquiátricos?

R. Ese fue uno de los dos nuevos trastornos que incorporamos en el DSM IV y al poco tiempo el diagnóstico de autismo se triplicó. Lo mismo ocurrió con la hiperactividad. Nosotros calculamos que con los nuevos criterios, los diagnósticos aumentarían en un 15%, pero se produjo un cambio brusco a partir de 1997, cuando las farmacéuticas lanzaron al mercado fármacos nuevos y muy caros y además pudieron hacer publicidad. El diagnóstico se multiplicó por 40.

P. La influencia de las farmacéuticas es evidente, pero un psiquiatra difícilmente prescribirá psicoestimulantes a un niño sin unos padres angustiados que corren a su consulta porque el profesor les ha dicho que el niño no progresa adecuadamente, y temen que pierda oportunidades de competir en la vida. ¿Hasta qué punto influyen estos factores culturales?

R. Sobre esto he de decir tres cosas. Primero, no hay evidencia a largo plazo de que la medicación contribuya a mejorar los resultados escolares. A corto plazo, puede calmar al niño, incluso ayudar a que se centre mejor en sus tareas. Pero a largo plazo no ha demostrado esos beneficios. Segundo: estamos haciendo un experimento a gran escala con estos niños, porque no sabemos qué efectos adversos pueden tener con el tiempo esos fármacos. Igual que no se nos ocurre recetar testosterona a un niño para que rinda más en el fútbol, tampoco tiene sentido tratar de mejorar el rendimiento escolar con fármacos. Tercero: tenemos que aceptar que hay diferencias entre los niños y que no todos caben en un molde de normalidad que cada vez hacemos más estrecho. Es muy importante que los padres protejan a sus hijos, pero del exceso de medicación.

P. ¿En la medicalización de la vida, no influye también la cultura hedonista que busca el bienestar a cualquier precio?

R. Los seres humanos somos criaturas muy resilientes. Hemos sobrevivido millones de años gracias a esta capacidad para afrontar la adversidad y sobreponernos a ella. Ahora mismo, en Irak o en Siria, la vida puede ser un infierno. Y sin embargo, la gente lucha por sobrevivir. Si vivimos inmersos en una cultura que echa mano de las pastillas ante cualquier problema, se reducirá nuestra capacidad de afrontar el estrés y también la seguridad en nosotros mismos. Si este comportamiento se generaliza, la sociedad entera se debilitará frente a la adversidad. Además, cuando tratamos un proceso banal como si fuera una enfermedad, disminuimos la dignidad de quienes verdaderamente la sufren.

P. Y ser etiquetado como alguien que sufre un trastorno mental, ¿no tiene también consecuencias?

R. Muchas, y de hecho cada semana recibo correos de padres cuyos hijos han sido diagnosticados de un trastorno mental y están desesperados por el perjuicio que les causa la etiqueta. Es muy fácil hacer un diagnóstico erróneo, pero muy difícil revertir los daños que ello conlleva. Tanto en lo social como por los efectos adversos que puede tener el tratamiento. Afortunadamente, está creciendo una corriente crítica con estas prácticas. El próximo paso es concienciar a la gente de que demasiada medicina es mala para la salud.

P. No va a ser fácil…

R. Cierto, pero el cambio cultural es posible. Tenemos un magnífico ejemplo: hace 25 años, en EE UU el 65% de la población fumaba. Ahora, lo hace menos del 20%. Es uno de los mayores avances en salud de la historia reciente, y se ha conseguido por un cambio cultural. Las tabacaleras gastaban enormes sumas de dinero en desinformar. Lo mismo que ocurre ahora con ciertos medicamentos psiquiátricos. Costó mucho hacer prosperar la evidencia científica sobre el tabaco, pero cuando se consiguió, el cambio fue muy rápido.

P. En los últimos años las autoridades sanitarias han tomado medidas para reducir la presión de los laboratorios sobre los médicos. Pero ahora se han dado cuenta de que pueden influir sobre el médico generando demanda en el paciente.

R. Hay estudios que demuestran que cuando un paciente pide un medicamento, hay 20 veces más posibilidades de que se lo prescriban que si se deja simplemente a decisión del médico. En Australia, algunos laboratorios requerían para el puesto de visitador médico a personas muy agraciadas, porque habían comprobado que los guapos entraban con más facilidad en las consultas. Hasta ese punto hemos llegado. Ahora hemos de trabajar para lograr un cambio de actitud en la gente.

P. ¿En qué sentido?

R. Que en vez de ir al médico en busca de la píldora mágica para cualquier cosa, tengamos una actitud más precavida. Que lo normal sea que el paciente interrogue al médico cada vez que le receta algo. Preguntar por qué se lo prescribe, qué beneficios aporta, qué efectos adversos tendrá, si hay otras alternativas. Si el paciente muestra una actitud resistente, es más probable que los fármacos que le receten estén justificados.

P. Y también tendrán que cambiar hábitos.
R. Sí, y déjeme decirle un problema que he observado. ¡Tienen que cambiar los hábitos de sueño! Sufren ustedes una falta grave de sueño y eso provoca ansiedad e irritabilidad. Cenar a las 10 de la noche e ir a dormir a las 12 o la una tenía sentido cuando hacían la siesta. El cerebro elimina toxinas por la noche. La gente que duerme poco tiene problemas, tanto físicos como psíquicos.