La inmediatez nos volvió impacientes

No hay peor cura para el dolor que estar cambiando el remedio (Nardone, 2008).

Una de las grandes paradojas del mundo moderno es que gracias a la tecnología y a los avances de la ciencia, se ha logrado que casi todo sea inmediato: la comunicación, gracias al celular y al correo electrónico, es inmediata; los trámites burocráticos se hacen cada vez más fáciles y rápidos gracias a herramientas tecnológicas tales como el escáner, el computador y las cámaras de fotos digitales. Encontrar información sobre una persona también puede ser inmediato gracias a que la mayoría de la información sobre cada cual está digitalizada. Con herramientas como Skype, Facetime y otros medios es posible verse en tiempo real con alguien que está al otro lado del mundo, las noticias llegan en minutos, y así nos hemos ido acostumbrando a que todo sea para ya.

En el campo de la medicina, por ejemplo, se han logrado avances increíbles que han mejorado notablemente la calidad de vida del ser humano. La morfina y la anestesia permiten que los médicos ayuden a los pacientes a sentir el menor dolor posible en procesos como la recuperación después de una cirugía, el manejo del dolor crónico, entre muchos otros. Por otro lado, el desarrollo de la farmacología ha permitido que el dolor se pueda manejar en forma relativamente inmediata.

Estos grandes progresos en la medicina han contribuido a que las personas esperen que ocurra lo mismo cuando el dolor es emocional: que a través de una pastilla o alguna sustancia se eliminen de manera inmediata el dolor, la tristeza, la rabia y/o la ansiedad que una persona esté sintiendo. Pero la experiencia muestra que la rapidez e inmediatez de los cambios que se han podido lograr en la medicina y en otros campos de la tecnología, no parece ser posible lograrlo en los procesos de transformación y crecimiento personal.

Por el contrario: los hechos muestran que en este terreno es necesario llevar a cabo procesos que sólo se pueden ir dando un paso detrás de otro hasta llegar a la consolidación final de los mismos. Es lo mismo que ocurre en el caso de las carreras de competencia: por un lado no es posible llegar al final sin avanzar un kilómetro detrás de otro hasta recorrer la totalidad de la distancia y llegar a la meta; y por el otro, para poder llegar a esa meta se requiere que cada participante haya entrenado a diario para desarrollar estado físico necesario.

Superar el dolor que genera la terminación de una relación, tomar la decisión de independizarse laboralmente, perder el empleo, empezar un proceso de cambio personal, decidir rehabilitarse de una adicción, enfrentar un tratamiento para superar una enfermedad, entre otros, son ejemplos de procesos en los que no es posible lograr un resultado inmediato. Y, aunque parezca contradictorio, es más una fortuna que una desgracia que aún no se haya encontrado esa supuesta ‘cura mágica’ para el dolor emocional. La razón es muy sencilla: es solamente en los momentos de mayor sufrimiento cuando las personas se cuestionan sobre el sentido de su vida y sobre la manera como han construido la realidad que viven a diario. Es lo que nos enseña un gran maestro espiritual cuando dice:

“Generalmente, el ser humano busca sólo felicidad y alegría. ¡Nada le hará desear la desdicha y el dolor! Considera a la felicidad y a la alegría como sus más allegadas amigas, y a la desdicha y al dolor como sus enemigos declarados. Esto es grave error. Cuando uno está feliz, el riesgo de sufrir dolor es grande; el temor de perder la felicidad lo obsesiona. La aflicción conduce a la indagación, al discernimiento, al auto-examen (…) y despierta a uno de la pereza y la fatuidad. La felicidad, en cambio, hace a uno olvidar las obligaciones para consigo mismo como ser humano y arrastra al hombre hacia el egoísmo y hacia los pecados que este egoísmo hace cometer”.

“Hacer esta tarea ha sido durísimo porque escribir sobre el dolor que cargo conmigo desde hace tantos años me ha confrontado con cosas que justamente había querido evitar, tapar. Ahora entiendo por qué no me aguantaba estar sola, por qué me desesperaba en los momentos de ocio, por qué los domingos por la tarde eran un infierno. Ahora entiendo mi ansiedad cuando sabía que se me acababan los planes”.

Después de ochos años de haberse divorciado, esta mujer finalmente pudo reconocer que llevaba todos esos años tratando de encontrar una ‘cura mágica’ que le ayudara a sobrepasar el dolor que le había generado la infidelidad de su marido. Y en esa búsqueda su falla había sido pretender que la solución a su problema le llegara de fuera de ella misma y de manera inmediata: “Me he tomado todo lo que me han dicho, desde medicación psiquiátrica hasta pócimas y brebajes porque hasta a un chamán fui tratando de que alguien hiciera el trabajo por mí y que alguien lo hiciera rápido (…) Ahora me queda claro que solamente yo podía enfrentar mi dolor, y que para eso se necesita tiempo”.

En el desespero por encontrar una solución inmediata a cualquier problema emocional, muchas personas emprenden una búsqueda frenética que las lleva a pasar de una solución a otra porque ninguna le da la “cura” inmediata. Ese constante cambio, provocado por el desespero que conlleva la búsqueda de un resultado inmediato, es lo que no permite encontrar la solución, porque no hay peor cura para el dolor que estar cambiando el remedio (Nardone, 2008). El dolor, la rabia, el miedo, la ansiedad, etc., no pasan ni se superan buscando desesperadamente una solución inmediata por una razón elemental: que tal solución no existe.

Es solamente el trabajo interno de cada persona consigo misma lo que le puede ayudar a superar el dolor, a manejar o canalizar la rabia de una manera sana, a superar y manejar la ansiedad, etc. Existen ayudas externas que pueden contribuir a mejorar, como el deporte, compartir tiempo con familiares y amigos cercanos, aprovechar para generar cambios en los hábitos alimenticios que ayudan a las personas a sentirse a gusto consigo mismas de nuevo. Pero nada de eso soluciona un problema emocional: solamente el esfuerzo perseverante por lograr un contacto cada vez más profundo consigo mismo dejando de lado la pretensión de lograr un resultado inmediato, puede llevar a la solución real del problema emocional que se está presentando.

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